martes, 24 de abril de 2007

Plaza de la Universidad, territorio comanche

En todas las ciudades el entorno de la Universidad está exquisitamente cuidado. ¿En todas? ¡No! (parafraseemos a Axterix, el galo), una aldea de Hispania poblada por irreductibles murcianos resiste todavía y siempre a cualquier cambio que dignifique la institución docente y haga la vida agradable a sus habitantes.
. La Plaza de la Universidad, “donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación” (Cervantes en Don Quijote de la Mancha), se diseñó con unas formas arquitectónicas que actúan de barrera a todo el que accede a ella. Al construirse en tiempos de la Exposición Universal de Sevilla, en la que el agua y la vegetación pusieron en valor el concepto de microclima, se proyectó en las cercanías de la Biblioteca Nebrija un enrejado metálico en altura con el mismo propósito. Hoy sólo queda un montón de hierros oxidados,
Había una fila de moreras que permitían atravesar la plaza bajo la sombra durante el verano. La acción de los gamberros y de algunas obras, que acabaron con la vida de la mayoría de los árboles, y la desidia municipal, que cada vez que destruían una morera mandaba tapar con losas el agujero resultante, han contribuido a hacer inhóspito el lugar.
Cualquier deterioro que se produce, como roturas en las paredes de la estructura y fijación en ellas de carteles y pintadas de toda índole, de la por otra parte abominable construcción, no merece por la menor atención por parte del Ayuntamiento. El aspecto que ofrece actualmente es lamentable.
La disposición de la zona propicia el encuentro en ella de gente joven, lo que en principio no es malo, todo lo contrario, llena la plaza de vida. El problema se plantea cuando llegan a ella bebedores de toda clase de brebajes, consumidores de drogas, titiriteros, percusionistas de bongo, patinadores y demás fauna que no respetan el sosiego que merecen las personas en sus viviendas. ¿No es compatible la diversión de unos con el derecho al descanso de los otros? Parece que nuestras autoridades han desistido en la búsqueda de soluciones.
Si a todo lo anterior añadimos la circulación de motos, bares que tiran los humos de sus cocinas a la calle y otras inconveniencias, hemos de exclamar: ¡regalamos una plaza!, ¿alguien la quiere?

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