viernes, 22 de junio de 2007

Pequeñas tristezas


PEQUEÑAS TRISTEZAS

Me entristece despertarme por las mañanas (cuanto más temprano peor). Me entristece el tiempo que tengo que esperar el ascensor. Me entristece que si voy por la acera de mi derecha, me tenga que apartar si no quiero tropezar con los que vienen de frente. Me entristece que en los bares se tiren al suelo las servilletas de papel y las bolsas de azúcar vacías. Me entristece que la Avenida de Primero de Mayo esté cerrada al tráfico durante varias horas después del mercado de los jueves, porque los camiones de la basura tienen que recoger los desperdicios que en gran número se han quedado desperdigados por el suelo (el Ayuntamiento debería distribuir grandes bolsas de plástico entre los dueños de los puestos, con la obligatoriedad de usarlas; así el tiempo de recogida de las basuras se reduciría ostensiblemente). Me entristece que en los jardines (el de Sto. Domingo es un caso paradigmático), cuando alguien come pipas, tire las cortezas al suelo (podrían depositarlas en un papel y al acabar echarlas en una papelera, ¿utópico?). Me entristece que nadie vigile la aplicación de las Ordenanzas Municipales en este y en otros casos, en cuanto de vertido de desperdicios a la vía pública se refiere (el Ayuntamiento debería hacer campañas continuas de concienciación al respecto, empezando por los Centros de Enseñanza). Me entristece ver una ciudad tan sucia, en gran parte por culpa de sus habitantes. Me entristece que cuando llego a la mayoría de las aulas del Instituto en el que doy clase, tenga que decirles a mis alumnos que recojan los papeles que han tirado al suelo (y así, año tras año tras año). A partir del próximo verano no tendré que hacerlo porque me jubilan; esto no me entristece). Me entristece que mis compañeros de trabajo se dejen abiertas las puertas de los cuartos de baño (estoy persuadido de que en sus casas son más cuidadosos). Me entristece que, como hablamos a un volumen tan alto (es indiferente si lo hacemos o no con teléfono móvil), me tenga que enterar de las conversaciones ajenas cuando estoy en un bar o viaje en un medio de transporte público. Me entristece que pasemos con tanta facilidad de la personalidad del Dr. Jekyll a la de Mr. Hyde cuando cogemos el volante. Me entristece irme a dormir por las noches, porque durante unas horas no seré. Me entristece la muerte porque ya no volveré a ser. Me entristecen las molestias que mi comportamiento haya podido causar a alguien, por lo que pido perdón.
Me entristece, en fin, que me entristezcan cosas. ¡Ánimo!

Francisco Bernabé Roca 10-V-06
Publicado den La opinión de Murcia el 16-V-06

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