Este verano, al cumplir 70 años, la Consejería de Educación del Gobierno Regional me ha jubilado, al agotarse la prórroga que me concedió a los 65 para continuar en situación laboral activa.
Creo que mi estado de salud y mi aspecto son razonables. Por eso me sorprendió un pequeño incidente que tuve en Agosto en una de las calles de la Torre de la Horadada. Yendo al volante de mi coche observé que un grupo de personas, entre ellas varios niños, avanzaban por el centro de la calle sin dejarme espacio para pasar aún cuando me estaban viendo llegar. Cuando me situé cerca de ellas pulse levemente el claxon del coche, obteniendo varias reacciones. Me dijeron, no sé si en broma o en serio que iba a atropellar a los niños. Cualquiera que me conozca sabe que yo jamás crearía una situación parecida. Pero la respuesta más chusca vino de un hombre con apariencia de haber iniciado la treintena hace poco tiempo que me espetó, con más espontaneidad que educación: “tranquilo abuelo”. Como rehuyo las situaciones conflictivas le contesté: “muchas gracias, es la primera vez que me llaman abuelo, es un honor para mi”. Creo que se quedó sin saber que decir y yo seguí mi camino.
Si alguna vez el pretendido ingenioso llega a mi edad, cuestión incierta donde las haya, y algún tonto lo llama abuelo con un tono entre conmiserativo y burlón, no debe enfadarse porque habrá conseguido llegar a una edad avanzada, con gran contento suyo y de las personas que lo rodean. Es un consejo del colectivo de jubilados, viejos, ancianos, abuelos y en general de las personas en edad provecta. De nada.
Francisco Bernabé Roca 4-IX-06
miércoles, 25 de abril de 2007
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