miércoles, 31 de agosto de 2011

Conversaciones impuestas

En este país nuestro –y no exclusivamente, parece que es característico de los territorios mediterráneos- tenemos la fea costumbre de hablar con nuestros interlocutores a un volumen tal que hacemos partícipes de nuestra conversación a todas las personas que están a nuestro alrededor en varios metros a la redonda. Es irrelevante si la charla tiene lugar entre individuos que están en el mismo sitio, o la comunicación se establece con un teléfono móvil; el efecto, por impuesto, es igualmente desagradable.
Si estamos en un establecimiento público, y el responsable del negocio cree que poniendo con una fuerte intensidad una canciocilla de moda crea ambiente, el efecto perturbador se multiplica, porque todos los presentes, de forma inconsciente, tienden a aumentar el volumen de sus voces.
Llegado a este punto, tengo dos soluciones al problema -¿puedo calificarlo así?- que planteo. Una: aguantarme que va a ser lo más probable. Otra: vamos a entender que hacer partícipes a todos de nuestras conversaciones es un síntoma de mala educación, y estamos dispuestos a buscar remedio. Utópico ¿no? Queda dicho.

Francisco Bernabé Roca 22-VIII-11


Carta publicada en la publicada en la pág. 19 de La Verdad de Murcia. 20-VIII-11

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