martes, 11 de enero de 2011

¿Cuánto cuesta ser amable?

Ni un euro nos cuesta dar las gracias al camarero que nos atiende en un restaurante o a la dependienta que nos busca la talla de pantalón. Sí, es su trabajo, pero no son nuestros esclavos. A menudo veo gente que por el hecho de que alguien le “sirva” cree que ya es motivo para hablarle con desprecio y altivez. Nunca he tenido que servir mesas ni trabajar en un comercio, pero por varios amigos sé que no es un trabajo fácil y que a veces dan ganas de matar al que inventó la frase de que el cliente siempre tiene la razón. ¿Tanto nos incomoda ser amables? Prueben a no ignorarlos cuando traen las cañas, a sonreír a la chica de la franquicia de moda que se pasa el día doblando las mismas camisetas para que cada dos por tres una marabunta de adolescentes le destroce la ropa que acaba de apilar. Lo agradecen de verdad. Con la bandeja en la mano y tras la caja registradora no se ve todo igual; hay que soportar a maleducadas, impertinentes, impacientes y sabelotodos. Una sonrisa y un gracias puede alegrarle a alguien el día. Y es gratis.

Isabel Lara. Redactora
Publicado en la pág. 2 de La Opinión de Murcia, el lunes 10-I-11



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