Un bar, interior noche. Entra Bogey, sombrero calado y gabardina cargando hierro. Su mirada firme delata que busca información del camarero, quizá para atrapar al nervioso Peter, que escabulle sus ojos saltones entre las sombras. Luego intercambiará dardos envenenados con Lauren, que apoya casualmente su bella figura y su ceja arqueada en la barra, ansiando una conversación con alguien a su altura,. Todo lo contrario que Marylin, boo-poo-pi-doo. En el escenario alguien vuela sobre zapatos de claqué, y solo puede ser Fred, quizás con la risueña Ginger, quizás con la explosiva Rita. En su mesa, Cary lanza una de sus típicas muecas de asombro. Seductor y ganso por igual, se entretiene tomándole el pelo a su comensal, un bonachón y completamente borracho Jimmy, que sueña con una vida mejor para los suyos. En la mesa de al lado, Spencer, y Kathy discuten sobre un tema de actualidad, aunque su mirada delata que están profundamente enamorados. Conoces bien a todos los habituales del local. Sabes de dónde vendrán las sorpresas, traiciones y mentiras. ¿Por qué la vida no puede ser tan sencilla como cuando era blanco y negro.
José Hernández.
Artículo aparecido en la segunda pág. de La Opinión de Murcia, el sábado 15-I-11
domingo, 23 de enero de 2011
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