sábado, 25 de septiembre de 2010

En la mesa de al lado

Estaba yo este verano en la cafetería TROPIC de la Torre de la Horada (Alicante) tomándome mi leche manchada de media mañana –Juan José Millás hubiera dicho “mi gin tonic de media tarde”- cuando en una mesa contigua, una pareja sostenía una animada conversación. Ella le decía a su acompañante que con frecuencia se quedaba mirando a las mujeres atractivas que caían en su campo de visión, y esta acción se hacía más ostensible cuando en sus paseos matutinos por la playa encontraban a alguna atractiva muchacha en toples. Él, aun admitiendo la primera de las acusaciones, la justificó diciendo que las observaba con el mismo interés con el que se contemplaba cualquier objeto o fenómeno bello, como un amanecer, una puesta de sol, una luna llena sobre el mar, un puente de Calatrava, o tantas otras cosas que regalan la vista. En cuanto a las chicas que en la playa lucían ligeras de ropa, “a las que tanto deseé en otros tiempos de juventud, ahora las tengo delante de mis narices, y ya no me interesan”. La mujer –que al parecer no tenía un pelo de tonta- le preguntó a su acompañante que si había salido del armario. No, contestó él, porque nunca estuve dentro. Entonces sonrieron, porque comprendieron que lo que había ocurrido no eran sino pequeños escarceos de pareja y encaminaron su conversación por otros derroteros.
Hasta este momento, confieso que estuve atento en la conversación de la pareja, pero cuando pasaron a otro asunto, me concentré en conectarme a Internet con mi portátil, gracias a la generosidad de Raquel y Juan Carlos de la tienda de ropa C&C, que han servido una señal wifi de forma desinteresada a todos los que estuvieran en el entorno del establecimiento.

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