sábado, 28 de julio de 2007

XXI edición de los Premios Goya

Intervención la presidenta de la Acacemia de Cine, Ángeles González Sinde (28-I-o7)

BIENVENIDA

Todos los usos del cine para todos

Señoras y señores, autoridades, bienvenidos de nuevo a la fiesta del Cine Español.

Como ustedes bien saben, cada año desde hace 21, venimos aquí unos que hacemos películas, nos repartimos unos premios, se los dedicamos a nuestras madres y a nuestros cónyuges y aprovechamos para quejarnos un poco de lo mal que está todo.

Pues bien, esta noche no va a ser así. Esta noche hemos venido a que ustedes le den vueltas a una sencillísima pregunta ¿por qué le gusta a usted ir al cine? ¿para qué sirve el cine? ¿qué importancia puede tener que su cine exista o deje de existir?

Yo mi respuesta la tengo muy clara. Y es una respuesta que encontré no sentada en un cine, sino en una cueva. Lo que oyen. En la cueva prehistórica de Covalanas, en Cantabria.

Verán ustedes, resulta que el primer director de cine español (o la primera directora, que todo podría ser) se llamaba el Maestro de Ramales. Vivió hace unos 19.000 años y era muy aficionado al western, sí, sí a las del Oeste. A este buen señor del Paleolítico le gustaban las historias cotidianas, las que reflejaban la vida de sus paisanos, pero con un toque de emoción. Que si este es uno que sale a cazar una cierva, que si cuando está a punto de cogerla la cierva se le escapa… Que si entonces va y le sale al paso un caballo tremendo que casi se lo lleva por delante. Ese tipo de cosas.

Pintaba con el dedo en las paredes de la cueva y aprovechando los recovecos y hendiduras de la roca, con la antorcha con la que iluminaba el camino proyectaba unas sombras, que se lo juro por Dios, parece que los animalitos corren y saltan.

El guía que enseñaba la cueva decía “todavía no sabemos las razones de este estilo”. Y yo me tenía que morder la lengua para no quitarle la palabra, porque sentía exactamente la respuesta: esto es un plano general y aquí pasa a un corto para darle dramatismo, y aquí lo pone en plano medio, pero cambia el foco para que veamos la cría que se acerca a lo lejos. “Ni sabemos porqué eligió precisamente esta cueva y no otra” insistía el tío de la linterna. Y yo, que lo sé, que lo sé, caramba, porque es una sala que ya la quisiera el Cine Doré.

Yo me imagino a esos espectadores de Cromagnon que primero tenían que trepar por toda la ladera del monte Pando, luego caminar metros y metros por esa cueva oscurísima, arrastrarse por pasadizos estrechos… lo que fuera, con tal de ver ese espectáculo tan emocionante, y pienso ¡zambomba! lo que les gustaba a estos el cine.

Así que, en contra de lo que dicen algunos agoreros, ahora que por fin hemos conseguido que las imágenes se muevan sin tener que jugarnos el tipo por peligrosas cavernas y sin pasar un frío horroroso, no creo que los celtíberos vayamos a dejar escapar tan fácilmente ese misterioso y antiguo invento llamado cine español. Que se inventó, sépanlo ustedes, mucho antes que la rueda.

¿Pero por qué tenía tanto éxito de taquilla el maestro o maestra de Ramales? Pues porque sus coétanos sabían bien de lo imprescindible que es la imaginación, el arte de inventar preguntas y soluciones, para la supervivencia y creían, igual que nosotros, en quien sabe qué virtud liberadora del cine.

Por eso, porque el cine es ante todo un recurso para vivir mejor, un instrumento del sentir y del pensar que valida nuestra experiencia cotidiana, yo les propongo “Todos los usos del cine para todos” como decía más o menos el escritor italiano Gianni Rodari. Cine variado con historias de todos los colores y todos los tamaños para todos los ciudadanos. Me parece un lema bueno y con agradable sonido democrático para una noche como ésta. No para que todos nos metamos a peliculeros, cuidado, sino para que nadie sea esclavo de ideas ajenas. Buenas noches y feliz gala.







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