Paseo Menéndez Pelayo. Fachada norte de la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia. Cierta mañana. Un perro grandote, lanudo, bonachón, paseaba junto a un pretil en el que otro perro pequeño, rabisco, pelo largo y liso, jugaba con un hueso. Al pasar el grande junto al chico, aquél se volvió para oler a éste por detrás, según inveterada costumbre canina. En ese momento se oyó un ladrido seco, agudo y potente del pigmeo, que retumbó en toda la calle, haciendo dar un salto al gigante. Éste no tuvo más alternativa que seguir su camino.
Francisco Bernabé Roca 27-III-11
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