Una tarde cualquiera de un día cualquiera. Me arrellano en el sofá delante del televisor dispuesto a ver cualquier película cuando, por un mecanismo bien conocido, la digestión induce en mí un cierto sopor. Pero en el mejor momento de este estado, los programadores de la emisora de televisión deciden interrumpir el programa para introducir la publicidad. Nada que objetar a ello porque es la forma que tienen de lograr financiación. El problema está en que, de acuerdo con sus anunciantes, deciden que tengo que prestar atención a sus mensajes publicitarios, y no han pensado mejor modo de conseguirlo que aumentar la intensidad del sonido, sacándome de mi dulce duermevela con el consiguiente sobresalto. Esta práctica está prohibida por la normativa vigente, y de hecho los responsables de los medios citados niegan que incurran en ella, pero está al alcance de cualquiera comprobar la reiteración con la que sucede.Alguna autoridad, de oficio, debiera poner coto a estos desmanes.
Francisco Bernabé Roca 18-III-11
Carta publicada en la pág. 31 de La Verdad de Murcia el miércols 21-III-11.
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